El 2 de abril de 1919 nace en Armstrong el maratonista Delfo Cabrera, campeón olímpico y panamericano, símbolo de perseverancia y leyenda del deporte argentino.
Los Juegos Olímpicos de Londres 1948 fueron los primeros luego de un receso de 12 años debido las guerras mundiales y Argentina participó con una delegación récord de 242 deportistas, la más grande de la historia hasta Río 2016. En el “Buque Transatlántico Brasil”, y luego de tres semanas de viaje, llegó a Inglaterra el maratonista nacido en Armstrong, Delfo Cabrera.
El máximo logro deportivo conseguido por este atleta santafesino en Wembley el 17 de agosto es bastante popular, pero no muchos saben los trasfondos y esfuerzos de un joven que exactamente 16 años atrás de esa hazaña había augurado a su madre, refiriéndose al oro del rosarino Juan Carlos Zabala en los Juegos olímpicos de Los Ángeles 1932: “Algún día yo voy a ganar esa carrera”.
DelfoR, cómo era conocido en su pueblo natal y quizá por un tema en el registro civil se perdió la “R”, nació el 2 de abril de 1919, hijo de Juana Gómez y Claro Cabrera, fue el cuarto de seis hermanos, tres varones y tres mujeres. Debido el fallecimiento temprano de su padre los hombres de “La Casa de los Naranjos”[1] tuvieron que salir a trabajar de jóvenes para sostener la economía familiar.
De esta manera, cuentan quienes lo conocieron, que iba y volvía de la escuela corriendo y que todos sus trabajos fueron orquestados por él para entrenarse en el atletismo. El 23 de enero de 1933, con solo 13 años, corrió la “Vuelta de Armstrong” llegando en segundo lugar, y provocando el asombro de la localidad que en ese entonces tenía alrededor de 2.000 habitantes.
Trabajó en el campo levantando maíz, en una fábrica de ladrillos o en otras tareas, hasta que logró estabilidad como obrero en la construcción de la Ruta Nacional N° 9 junto a su hermano Armando, quien a duras penas aceptaba la propuesta del volver corriendo de regreso a su casa. Pero todo cambiaría en la carrera “Presidencia de la Nación” en la ciudad de Rosario.
El equipo del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, campeón todos los años, había llevado 4 deportistas a quienes esperaba en la meta, uno detrás del otro, su entrenador Francisco Mura. Pasaron los tres primeros pero según palabras de este último, en el cuarto “venía una cosa que no se sabía lo que era, pero con una fuerza y una velocidad impresionante que no se podía creer”, Delfo casi lograba subir al podio.
En 1936, luego del servicio militar, Cabrera se instala en Buenos Aires para integrar el equipo de atletismo del Club San Lorenzo bajo la conducción y padrinazgo de Don “Pancho” Mura. Allí pasó días difíciles y de mucha angustia, pero decide no volver a su pueblo natal y seguir corriendo tras sus sueños, eclipsando con su primera actuación en la “Maratón de Los barrios”, a varios atletas de renombre un año después.
El tiempo, la constancia y el esfuerzo, lo convirtieron en multicampeón nacional y panamericano en distintas distancias, y en 1946 fue incorporado al cuerpo de Bomberos de la Policía Federal posibilitándole estabilidad laboral y tranquilidad para entrenar en un deporte que era y es amateur. Sin embargo, llegó a la largada de la cita olímpica de 1948 sin haber corrido jamás los cuarenta y dos mil ciento noventa y cinco metros de una maratón.
Londres 1948
En la última competencia de los Juegos y la más importante del certamen, entre los inscriptos a la maratón de 42 kilómetros estaban los argentinos Armando Sensini con el 232, Delfo Cabrera con sus zapatillas emparchadas con cinta llevaba el 233 y Eusebio Guíñez, de los tres, el de mayores posibilidades según los pronósticos previos, tenía el número 234.
Sin embargo, el atleta oriundo de Armstrong estaba confiado y unos días antes desde Europa escribió a su esposa Rosa Lenta, con quien tuvo tres hijos, Hilda, María Eva y Delfo: “Me tengo mucha confianza, ya hemos corrido, con los coreanos, favoritos de la prueba y con los griegos y ninguno me ha ganado, claro que correrán como 100 ese día pero con un poco de suerte ese día voy a dar que hablar”.
En el comienzo de la carrera se ve a Delfo saliendo entre los últimos del Estadio de Wembley, pero había un plan en camino. El coreano Yun Chi Choi marcó el ritmo al inicio de la carrera pero luego fue el belga Etienne Gailly el que comandó las acciones delante del sueco Gustav Ostling y el sudafricano Sidney Luyt.
Después del kilómetro treinta el santafesino levantó el ritmo, comenzó a escalar posiciones y cruzó a sus compañeros que lo alentaron: “Seguí vos negro que podes”. Delfo llegó a los primeros lugares y entró al estadio de Wembley a unos cincuenta metros del paracaidista belga, quien lideraba la prueba pero estaba quebrado físicamente.
La ex nadadora Enriqueta Duarte recordó que “entró al estadio detrás del belga: peinadito, arregladito, planchadito y divino, así tranquilo manteniendo su ritmo, llorábamos y gritábamos de la emoción”, es que Cabrera tenía un spring final imparable.
Ante más de 70.000 personas en las tribunas del mítico Estadio de Wembley, Cabrera sobrepaso a Gailly, que se desarmaba en su andar, para dar la vuelta a la pista y cruzar la meta antes que nadie con un tiempo de 2h34’51”. En Armstrong, que estaban escuchando la carrera por radio, comenzaron las bombas para anunciar el triunfo del santafesino, que al igual que Zabala se colgaban la medalla de oro un 17 de agosto.
Completando una extraordinaria jornada, Eusebio Guíñez arribó en el quinto lugar y Armando Sensini finalizó noveno. Esa epopeya de colocar a tres representantes de un mismo país entre los diez primeros de la maratón olímpica se mantuvo vigente por más de medio siglo hasta que los etíopes igualaron la hazaña de los sudamericanos, recién en los juegos de Beijing 2008.
El campeón, la gloria y la persecución
Delfo Cabrera regresó a Armstrong como campeón Olímpico junto a una caravana que lo acompañó desde Cañada de Gómez hasta el Club Defensores donde se realizó el acto formal. En 1951 fue medalla de oro en los primeros Juegos Panamericanos de Buenos Aires y en 1952 en los Sudamericanos de Chile; ese mismo año fue abanderado de la delegación Argentina en los Juegos Olímpicos de Helsinki y si bien bajo su tiempo a 2:26:42.4 quedó en el sexto lugar de la general.
Su hijo Delfo lo describe como “un militante social y político que trabajo con todas la instituciones del barrio y junto a unos vecinos de Sarandí fundaron el Club Social y Deportivo Juan Perón, que en 1955 con el golpe de Aramburu paso a llamarse Ateneo Club y Deportivo Sarandí”. Esta última característica lo hizo parte de lo que un periodista de Buenos Aires título como “El Genocidio deportivo”, haciendo alusión a la persecución y clausura competitiva de todos los deportistas que tuvieron vínculo con el gobierno Peronista.
Cabrera fue expulsado del cuerpo de bomberos y no logró conseguir trabajo estable hasta el gobierno de Arturo Frondizi, donde le dieron la tarea de pincha papeles en el “Jardín Botánico”. Un año antes había abandonado las competencias deportivas pero no el deporte, ya que con el tiempo llegó a recibirse de Profesor de educación Física y trabajo como docente, fue maestro de deportes y logró ocupar el puesto de Presidente del Comité Olímpico Argentino.
Delfo falleció el 2 de agosto de 1981, tras sufrir un accidente de tránsito en el km 187 de la Ruta Nacional №5, en cercanías de la localidad de Alberti, cuando regresaba de ser homenajeado en la ciudad de Lincoln, provincia de Buenos Aires. Tenía 62 años.
[1] Claro Cabrera ante el nacimiento de cada uno sus hijos plantaba en su hogar un naranjo y así fue que en Armstrong la denominaron, La Casa de los Naranjos.